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¿Es el covid-19 una auténtica replica sosial psicológica de los estudios de Stanley Milgram y Solomon Asch sobre la obediencia y la conformidad?
Por el psicólogo Christopher Lien.
Artículo publicado en steigan.no
Traducción: noruego.today
Inmediatamente después de que las autoridades sanitarias noruegas decidieran «cerrar» Noruega durante dos semanas en marzo, el portal Nettavisen me entrevistó. (Enlace en noruego. Título:Esto les sucede a las personas en aislamiento: – Me preocupan especialmente los grupos vulnerables de nuestra sociedad.). En la entrevista, advertí sobre lo que el aislamiento le hace a la gente en general. Dije que sabemos que el aislamiento tiene un efecto destructivo sobre los humanos y esto en un tiempo relativamente corto. Me referí al sito de ciencias «Forskning.no», donde los investigadores han examinado 25 estudios anteriores en los que la cuarentena se ha utilizado como una herramienta para prevenir la propagación de la infección por virus. El estudio fue publicado en The Lancet y muestra que las personas en cuarentena mostraron un aumento de los síntomas de estrés psicológico. Más específicamente, se encontró un fuerte aumento de la depresión, irritabilidad, ansiedad, falta de sueño, ira y estrés.
La pérdida de impulsos en la interacción con los demás resultará para muchos en cavilaciones, obsesiones, depresión, desesperación y ansiedad, así como la sensación de que todo va en aumento. Después de revisar los diversos estudios, los investigadores presentaron una recomendación clara. Mantenga la cuarentena lo más breve posible. Varios de los estudios mostraron que una cuarentena de más de diez días podría conducir a una peor salud mental. Algunos mostraron signos de comportamiento evasivo algún tiempo después de que terminó la cuarentena, es decir, restringieron la interacción social y no fueron a trabajar. Además, en la entrevista expresé preocupación por todos aquellos que ya tenían problemas mentales, ya que varias oficinas de atención de la salud mental tuvieron que cerrar sus puertas a los pacientes que ya tenían y además no podían brindar ningún servicio a los nuevos pacientes.
Me complació que, como uno de los primeros con educación sanitaria en Noruega, pudiera dirigirme al público y advertir sobre los efectos desafortunados y dañinos del aislamiento social en la salud física y mental de las personas. De buena fe, me di una palmadita en el hombro y pensé: «ahora realmente haz realizado un trabajo de información socialmente beneficioso y has utilizado tu experiencia profesional respaldada por referencias a investigaciones sólidas para lograrlo». Además, pensé un poco emocionado de que: «vaya, ahora saliste temprano, de hecho, uno de los primeros en presentar estas advertencias tan necesarias sobre los efectos dañinos del aislamiento y la alienación».
Estaba convencido de que en los próximos días y semanas después de la entrevista conmigo, habría una avalancha de otros profesionales con habilidades médicas o sociales que se expresarían más o menos igual a mí. Calculé que los médicos tutelares, médicos comunitarios, psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales, enfermeras y fisioterapeutas se involucrarían con su experiencia profesional para remediar la situación y hablar sobre los posibles efectos dañinos de la creación de miedo y el aislamiento. Esperaba recibir declaraciones sobre cómo la ansiedad, el miedo y el aislamiento afectan el sistema inmunológico y la psicofisiología humana. Además, asumí que las autoridades darían consejos sobre cómo fortalecer el sistema inmunológico activando el apoyo emocional mutuo, actividad física y consejos dietéticos.
Se mantuvo un silencio rotundo entre los profesionales de la salud que pudieron advertir sobre el pánico y los efectos adversos del cierre relacionados con diversos problemas de salud. Asimismo, no se escuchó a ningún abogado mencionar la grave injerencia de las medidas en materia de derechos humanos.
Uno de los médicos que recibió una gran atención pública fue Gunhild Alvik Nyborg, a quien en el horario de máxima audiencia durante 33 minutos, casi sin ser cuestionada, se le permitió intimidar a toda la nación noruega con sus alegorías de guerra, propaganda de intimidación y advertencias de 150.000 noruegos muertos si no se cerraba toda la comunidad durante 14 días. Hasta ese «Debate» en la TV nacional NRK el 18 de marzo viví en la ingenua creencia de que la tarea de los profesionales de la salud era promover información basada en la investigación objetiva y no especulativa y donde la tarea de los profesionales de la salud es tranquilizar al público con miras a reducir el enfoque del pánico, la ansiedad innecesaria y de malestar.
Me equivoqué y luego experimenté que los medios de comunicación, los políticos prominentes y los portavoces de la Dirección de Salud de Noruega se lanzaron a lo que yo llamaría una ‘ola de desinformación especulativa creadora de pánico’. Si conocía o no el artículo 187 del Código Penal que establece que «[…] con multa o prisión de hasta 6 meses a todo aquel que, en caso de notificación incorrecta, un grito de auxilio infundado, uso indebido de una señal de emergencia o similar intencional o negligente o provocando pánico entre un mayor número de personas. De la misma manera, se castiga a todo el que dé información falsa que pueda provocar temor por la vida o la salud de alguien o perturbar la paz y el orden general». Hasta ahora no he visto que se haya aplicado el artículo 187 del Código Penal, ni que los abogados hayan recordado que esto es una amenaza grave y que asustan con información incorrecta que consciente o inconscientemente infunden al público.
Bastante asombrado, y gradualmente cada vez más frustrado, echaba de menos los comentarios críticos y las objeciones de los profesionales a la cuasi información presentada en todo el complejo relacionado con la supuesta pandemia, ya fuera de un equipo médico, abogados o de estadísticos competentes.
Las cifras relacionadas con la enfermedad no eran particularmente dramáticas. Los que murieron por el virus fueron principalmente personas de edad avanzada que habían vivido más que la esperanza de vida promedio de la población y, además, el 90% de ellos tenían al menos una enfermedad grave crónica mortal. La cuestión de estas muertes se debió al hecho de que morían con Covid-19 o de Covid-19 y no fueron presentados de manera responsable por alguien con calificaciones documentadas. Al mismo tiempo que estos datos estaban disponibles los burócratas responsables de la salud, los políticos y los medios de comunicación los tergiversaban sistemáticamente.
El invierno, la primavera y el verano (2020) pasaron sin que aparecieran las objeciones de un equipo profesionalmente competente. ¿Cuál podría ser la causa de esta abrumadora escasez de voces profesionalmente competentes de todos los grupos médicos profesionales imaginables? Fue particularmente dramático cuando las medidas para limitar la infección de un virus objetiva y relativamente inofensivo llevaron al cierre social con los efectos nocivos antes mencionados, así como despidos, desempleo masivo, quiebras y falta de seguimiento médico de otras patologías médicas.
Para entender esto en un nivel más profundo, creo que uno debe aplicar nuevamente a las fuentes profesionales basadas en la investigación.
Los estudios de conformidad de la psicología social pueden explicar muchos de los mecanismos que subyacen al silencio rotundo que ha prevalecido entre quienes presuntamente deberían tener el conocimiento y la integridad profesional para poder matizar y reducir los temores prevalecientes sobre el virus Covid-19.
Conformidad significa adaptar actitudes o comportamientos basados en lo que parece ser socialmente aceptable. A principios de la década de 1950, el psicólogo estadounidense Solomon Asch realizó varios experimentos clásicos en Swarthmore College para aprender más sobre la conformidad. Estaba interesado en cómo los grupos sociales influyen y moldean a los individuos. En un experimento típico, se formaron grupos de siete a nueve participantes en un aula. Allí se les dio la tarea de evaluar la longitud de varias líneas en relación con una línea estándar determinada. Los participantes debían considerar si cada línea es más corta, más larga o igual como la línea estándar. Un tercio de las líneas eran iguales como la estándar, mientras que el resto eran claramente diferentes.
Los participantes debían luego dar su evaluación. La evaluación se realizó frente a los demás del grupo y todos pudieron escuchar las respuestas de los demás. Sin embargo, uno de los participantes no sabía que todos los demás se habían reunido con el examinador de antemano. Este les había indicado que en varias de las tareas debían dar la misma respuesta incorrecta. Luego, ¿cómo reaccionaría el participante desinformado cuando todos los demás respondieran unánimemente mal a una tarea básicamente simple y clara?
En las condiciones experimentales, por tanto, a todos menos uno se les había encomendado la tarea de responder incorrectamente. Aquí, los participantes desprevenidos dieron respuestas incorrectas en uno de tres casos. El 75% de ellos respondió incorrectamente al menos una vez. El experimento también tuvo una condición de control sin «cómplices». En la condición de control casi todos respondieron correctamente.
Que tantos respondieron incorrectamente en las condiciones experimentales se explicó de dos maneras: La primera explicación tiene que ver con la adaptación a la mayoría, es decir, la conformidad.
Además, resultó que el grado de discrepancia entre la línea estándar y la línea que los participantes debían juzgar afectaba las evaluaciones.
Si la medida de la línea se ‘pasaba’ y era demasiado grande, la influencia de la mayoría se reducía.
Posteriormente, se entrevistó a los participantes para averiguar cómo pensaban sobre sus propias respuestas. Los participantes que se adaptaron a la mayoría del grupo expresaron dudas e incertidumbre sobre su propia valoración. Varios respondieron que pensaban que su visión era mala, o que les daría vergüenza responder algo diferente a los demás. (Psykologisk.no)
El experimento de Solomon Asch muestra que la presión social puede influir fuertemente en los individuos incluso en una situación en la que es básicamente obvio cuál es la respuesta correcta. El estudio plantea una pregunta muy interesante, pero que no tiene respuesta. La pregunta es ¿por qué uno se abstiene de obedecer a la mayoría? El componente de miedo en la presión de conformidad es probablemente lo que hace que la mayoría de los sujetos respondan sistemáticamente de manera incorrecta. Los relativamente pocos que no permiten que la presión de grupo controle sus evaluaciones ¿qué cualidades poseen? Creo que estos tienen un mayor grado de independencia, autonomía e integridad en relación con confiar en sus propias evaluaciones a pesar de la presión de conformidad percibida.
Los últimos diez meses de amenazas persistentes parecidas al cuento del «pastorcillo mentiroso»- sobre el Covid-19 causando muertes masivas y peligrosas repercusiones médicas, de manera similar a la del famoso estudio de Solomon Asch, han creado una alta presión de conformidad sobre varios grupos de profesionales. La presión de la conformidad ha aumentado aún más porque las voces críticas han sido suprimidas y no publicadas en la prensa diaria, la radio o la televisión.
Se ha acusado a las voces críticas de falta de ética laboral, falta de solidaridad o han sido colgados en las redes sociales con acusaciones de ser teóricos de la conspiración. En los medios de comunicación se han utilizado malas palabras y adjetivos con carga negativa. Esto ha amordazado y silenciado aún más las críticas necesarias a las medidas que se han implementado.
Hay otros estudios de conformidad conocidos que muestran lo mismo que el estudio de Solomon Asch. Igualmente famosos son los estudios de conformidad y obediencia de Stanley Milgram. Se sabe poco que los primeros estudios se realizaron en Noruega en 1957. No especularé aquí por qué Milgram eligió Noruega como un lugar adecuado para la implementación de los primeros nueve experimentos relacionados con los estudios de obediencia, pero no está prohibido tener fantasías y pensamientos sobre esto.
Muy pocas personas han resistido la presión de la conformidad y la obediencia. Las voces intrépidas son necesarias en una democracia y una sociedad que cree en construirse sobre teorías documentables e investigaciones verificables. Estas voces son absolutamente necesarias para ser un contrapeso a la información aterradora y sesgada que los medios de comunicación y los actores sociales clave han creado.
El pánico y la ansiedad de los que, lamentablemente, muchas personas importantes con y sin educación, han sido responsables a través de los medios, y solo en poca medida han cumplido su tarea con voces críticas a la narrativa absoluta del gobierno.
Tampoco se han servido de la investigación de Solomon Asch y Stanley Milgram que arroja luz sobre una perspectiva positiva y esperanzadora en el sentido de que a veces entre la mayoría de los conformistas hay, afortunadamente, algunos que se atreven a levantar la frente por los ideales que nuestra sociedad debería profesar.
Estos son los ideales que nuestra sociedad en los discursos festivos profesa de sí misma: de «que la teoría y la investigación deben ser verificables, donde la libertad de expresión, la diversidad de opiniones y la democracia deben ser primordiales».
(Las negritas son de nuestra redacción).